El Dragón Azul

El Dragón Azul uedó escrita en los corazones de todas las personas en Shangai aquella bella historia que le contaban los abuelos a sus nietos. De quienes tuvieron la oportunidad de poder vivir aquella travesía, de una historia mitológica, en la cual no todos creen, solo los niños y la gente sabia.
Todo comenzó en un invierno, donde en el término del florecer de las rosas, nació un pequeño dragón azul, el último en su especie, ya que un temible rey acabo con todos ellos. Esa misma noche Paúl, el hijo del rey, heredero del trono, caminó por las angostas y frías calles de aquel lugar. Cuando de pronto, escuchó unos gritos incesantes detrás de unos arbustos, el muy asustado quiso correr en búsqueda de ayuda, pero algo en su corazón le dijo que se quedara. Y fue ahí cuando de pronto, paso a paso, lentamente encontró a un dragón.
-¡Que es eso! -Exclamó el joven príncipe al verlo. A simple vista se horrorizó al verlo, pero luego al notar que estaba solo y a la intemperie, pensó en los dichos de su madre, Clara. Sobre tener compasión por los demás. Entonces el joven príncipe alzó en sus brazos al pequeño dragón y se lo llevó consigo rumbo al palacio. A pasar unas horas, llamó a su madre a voz baja. Para que su padre, el rey, temido por todos, no los escuchara. Clara se acercó hasta la puerta y ¡puf! se cayó del susto.
- Hijo mío, ¿sabes lo que tienes en tus brazos? -Le preguntó su madre regañándolo.
- No sé lo que sea madre, pero lo encontré solo, y hacia frió para dejarlo allí. Quise traerlo, no le digas a mi padre, no me lo dejará quedar.
- No puedes quedártelo, puede causar mucho daño en los próximos años, puede poner en riesgo todas nuestras vidas, entiende que no es un animal común, como los que sueles ver, este animal, no está hecho para nuestro mundo.
- Pues entonces me iré con él- exclamó con lágrimas en sus ojos
Y fue ahí cuando su madre al verlo llorar tan vulnerable ante sus palabras accedió a protegerlo y cuidarlo, como su hijo quería.
Los días corrían y el dragón azul y el pequeño príncipe se habían hechos íntimos amigos. Se escapaban por los densos bosques, haciendo de sus carreras unas travesías mágicas. El lanzaba lentamente fuego por su boca, un fuego que iluminaba los ojos del pequeño príncipe asombrado por tal hecho. Hasta que de pronto, el dragón detuvo su marcha y se acercó al joven príncipe. Habían llegado hasta el final de un acantilado, y el dragón apoyo su cabeza sobre sus piernas y lo subió arriba de su lomo. El príncipe no comprendía la situación hasta que de pronto, el pequeño dragón extendió sus alas y voló por los cielos azules.
-¡Estamos volando! -Gritaba el joven príncipe, sin poder creerlo estallaba de alegría. Y así fueron pasando los años, hasta que el muchacho ya era un adolescente. Y el pequeño dragón, un tanto más grande de tamaño. Paúl ya no podía esconderlo, por eso lo dejo detrás de un viejo sótano, donde nadie podría encontrarlo. Todos eran felices hasta que de pronto, su padre los descubrió, en una noche que el príncipe jugaba con su amigo el dragón. Inmediatamente el padre sacó su espada y se abalanzó hacia el dragón. El príncipe al verlo, se puso delante de él, impidiéndole el paso. Como olvidar esa noche, si hasta las estrellas se asustaron de tal discusión entre el padre y Paúl.
-¡No puedes desobedecerme, ese dragón me lo llevaré!- Gritaba el padre.
-¡Jamás! -Le contestaba su hijo, él se quedará conmigo, cueste lo que cueste. Lo gritaba aún más fuerte, con mirada desafiante el príncipe. Pero esa noche el dragón pudo quedarse. Ante los enojos del rey. Fueron pasando los días y aún el rey ideaba la manera de quitarlo del palacio. Hasta que de pronto una guerra se aproximó. El rey llamó a todos los hombres a la batalla, padres de familia, hijos únicos, todos fueron.
El príncipe los observaba desorientado hasta que el dragón emitió sus primeras palabras.
-¿Joven amo, usted cree que esto debe ocurrir? -Le preguntaba el dragón.
-¿Puedes hablar? Y como todo este tiempo te mantuviste en silencio- le decía Paúl.
-Solo estuve expectante de sus actuaciones, no fue casualidad encontrarnos, fue el destino que nos unió, mi joven amo- le decía amablemente el dragón.
Hablaron por horas hasta estar de acuerdo en una sola cosa, en sembrar la paz en el mundo y salvar a su pueblo querido. El rey no estaba de acuerdo de enviar a su único hijo, heredero del trono a la batalla. Pero entendió sus plegarías y con tristeza lo dejo ir. El príncipe Paúl debía enfrentarse ante un temible mago. Pero él no tenía miedo, ya que iba con su mejor amigo, el dragón azul.
Emprendieron su viaje una noche nevada de Abril. Donde las aves emitían sonidos de alegría y paz, acompañando al príncipe y al dragón en su odisea. Pasaron días hasta que llegaron a la otra orilla del río, donde allí estaba el ejército del cruel mago. Observó a las personas de aquel lugar, y noto una tristeza, no era como su pueblo, que vivían felices. Al caminar una anciana les pidió que los liberaran del cruel mago. Este era un mago que no sabía lo que era el amor, la amistad, la compasión. Los soldados observaron al dragón y fueron al ataque, pero él supo defenderse, y allí fue cuando extendió sus alas y lanzo una poderosa llamarada que ilumino todo el pueblo. El mago bajo corriendo rápidamente de su castillo para sumarse a la lucha. El príncipe les pedía a todos que terminaran esta guerra absurda, que por tierras no había que pelear. Pero el mago al verlo se rió de él y siguió atacando.
Destrozó las humildes casas de su propio pueblo, estaba enfurecido porque el rey no fue a pelear contra él.
-¿Cómo destronarlo?, si solo envió a su hijo -se preguntaba.
El mago sacó su escapada y comenzó a enfrentar al príncipe. Mientras el dragón defendía al pueblo contra los soldados. Paúl trataba de esquivar sus golpes y hacerlo entrar en razón, pero era imposible, el mago cada vez se mostraba más enfadado con la situación. Lanzó conjuros por doquier mientras que el príncipe luchaba. Todo parecía por darse por terminado cuando Paúl demostró sus habilidades y el dragón espantaba a todo el ejército que de lejos le lanzaba flechas. Pero el mago, cruel, envidioso, Lanzó un conjuro que convertiría en olvido y cenizas a todo el pueblo. El dragón extendió sus alas y le pidió al príncipe que se marchara junto a él. ¡Pero como! Dejar un pueblo atrás. Imposible. El príncipe debía quedarse. Fue ahí cuando el dragón y el príncipe se acercaron y una luz emitió un resplandor que encegueció los ojos del mundo. Y luego un silencio incesante recorrió los rincones de cada pueblo. Cuenta la leyenda que aquel pueblo quedo en el olvido, gracias al conjuro de aquel mago, pero dicen algunos habitantes que viven cerca de allí en las orillas del rió, que aún escuchan las risas del joven príncipe y los gruñidos del dragón azul.
Años más tarde el rey encontró un dragón azul, detrás de unos arbustos, al verlo, recordó la enseñanza que le dio su hijo. Solo lo tomo en sus brazos y se lo llevó al palacio. En esos mismos meses el rey se dedicó a sembrar la paz en el mundo, junto con su fiel amigo, el dragón azul.

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Sobre el Autor

Sam Lagerblom, de Buenos Aires, Argentina

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