El pirata Pata de Pipa

El pirata  Pata de Pipa o lo voy a permitir!, gritaba el pirata mientras Nicolás, que ya se había puesto el estetoscopio y los anteojos, preparaba la jeringa para ponerle la anestesia.
-Seré el hazmereir de Chiquitolandia, seguía protestando el comandante, escondiéndose detrás del palo mayor de su nave.
-Vamos capitán, que lo tengo que operar...no sea cabezón , le dijo Nico, mientras lo agarraba por la cintura y lo ponía sobre la mesa, que sería la sala de operaciones. Yo no tengo la culpa que Jack lo confundiera con un hueso. ¡Con este soporte, quedará como nuevo!
- Los piratas usamos pata de palo cuando nos hieren en la batalla, agregó ofendido en su honor.
- Se me acabaron los palitos, esta pipa te ayudará a pararte mejor. Verás que bien quedarás, lo tranquilizó el doctor Nico, mientras preparaba el engrudo para reparar al viejo lobo de mar. A los pocos minutos, los suficientes para que se adhiriera el pegamento, Nico lo ayudó a ponerse de pie. Este miraba extrañado esa pierna nueva, que terminaba en una especie de bota gigante.
-Bueno amigo, desde hoy no serás cualquier pirata...¡te llamarás el PIRATA PATA DE PIPA y serás un gran capitán!
Luego lo depositó suavemente sobre su barco y se puso el pijama. Mamá lo retaría, si mañana remoloneaba para ir al cole.
Mientras el niño se dormía satisfecho, Pata de Pipa intentaba caminar sobre la cubierta de su nave. Ya casi era medianoche y pronto le tocaría emprender un nuevo viaje de aventuras, hoy estaba muy preocupado, de no poder moverse bien. A las doce en punto se despertó la tripulación y se formó frente a su comandante. Este puso una cara tan seria y enojada, que ningún marinero se atrevió a decir algo. Todos miraban sorprendidos a su jefe, mientras este bramaba: - ¡al primero que se ría de mi pierna, lo arrojaré a los tiburones! Este es un modelo especial que me consiguió Nicolás.
Como todas las madrugadas en el barco fantasma se izaron las velas y se prepararon para conquistar los mares. A la orden de: - ¡tripulación a la lucha! , el barco levantó vuelo, pasó por la ventana entreabierta y fue a parar justo en medio del mar, que hoy parecía estar calmo.
-Tendremos suerte, comentaron los marineros, hoy la luna nos ayudará a divisar con más facilidad al enemigo.
De repente el grumete gritó: -¡A babor se acerca flotando algo sospechoso!
-Preparen los cañones, - ordenó Pata de Pipa.
- Pero mi capitán, parece ser un náufrago, - se escuchó desde el palo mayor.
-Apunten igual, puede ser una emboscada, - ordenó desconfiado el comandante.
Todos se asomaron por la borda y pronto comprobaron que efectivamente se trataba de un náufrago.
-Suban al prisionero, rugió, feroz, el capitán.
-Es casi un niño, le informaron quienes ya lo habían izado con una gran soga.
-¡Mirá, es rico! - gritaba Vitorio mientras se refregaba las manos y tocaba el traje de seda del muchacho que temblaba como una hoja. Después que lo cubrieran con una manta, el prisionero explicó que otros piratas lo habían tirado desde su barco, porque consideraban que no les servía para nada. Estos villanos habían atacado la embarcación de su padre, el vizconde de Aurilandia. Mientras escuchaba como allí se trenzaban en una terrible lucha, él había nadado hacia el galeón de Pata de Pipa. Como tenía miedo, de ser arrojado nuevamente al mar, explicó apurado que en el fragor del combate nadie se había dado cuenta, que él se había robado un plano, en el cual su padre tenía marcado el lugar, donde su bisabuelo había escondido un arca lleno de monedas de oro.
-Te voy a dar una oportunidad de salvar tu vida, entrégame ese plano y si encontramos ese cofre te perdonaré la vida y además te devolveré a tu patria.
- Hecho, - contestó aliviado Pedro de Aurilandia, sabiendo que era la única oportunidad que tenía. Por eso sacó el plano que traía envuelto en una tela gruesa, impermeable debajo del pantalón y se la entregó al capitán. Lo dejaron secar unas horas y al amanecer ya enfilaban entusiastas rumbo a la isla del Gran Hormiguero. Te preguntarás porque se llamaba así ese remoto lugar...pues, precisamente, porque las que custodiaban el tesoro, no eran otras que unas diminutas hormigas que picaban tanto a quienes intentaban acercarse, que los pocos a los pocos minutos, debían salir corriendo.
Después de varios días llegaron a la isla. Se bajaron en puntillas de pie, para que las hormigas no se dieran cuenta de su presencia. Rápidamente comenzaron a cavar. Ya se podía ver la parte superior del cofre cuando las hormigas comenzaron a defender furiosas, el tesoro que custodiaban hace tanto tiempo. Desesperados los piratas y Pedro cavaban cada vez más rápido y las hormigas picaban cada vez más fuerte. ¡De lejos parecía que los hombres estuvieran zapateando! Por fin lograron sacar al cofre de la tierra. Mientras corrían con el tesoro y saltaban para evitar las picaduras de los insectos enojados, el capitán pirata comenzó a pisotearlas con la parte inferior de la pipa. Las dejaba bien chatitas, recontra aplastadas.
-¡Hurra! Gritaron todos, mientras Pata de Pipa trepaba a la nave, orgulloso de haber vencido a las hormigas.
Los marineros esperaban ansiosos que el capitán diera la orden de abrir el preciado cofre y esto sucedió apenas el bucanero se repusiera del esfuerzo.
-¡Vamos mis valientes, revisemos el botín! - vociferó aún jadeante. Inmediatamente pusieron manos a la obra para quebrar la cerradura oxidada del cofre tesoro. Con alegría confirmaron que efectivamente había incontables monedas de oro. Pero además se encontraron con un envoltorio que los llenó de sorpresa. Con cuidado y un poquito de desconfianza comenzaron a investigarlo. Se trataba de un libro con una tapa muy antigua. En la primer página Pata de Pipa leyó asombrado: "Este es un libro mágico" , regalo del gran mago Kuentybus, el que lo encuentre podrá pedirle cualquier tipo de cuento que desee leer. ¡Habían encontrado el libro de libros!
Como agradecimiento y porque en realidad casi nadie sabía leer, le regalaron el libro a Pedro.
- ¡Debes prometer que te ocuparás que todos los niños del reino puedan escuchar el cuento que pidan oír!, exigió el pirata. -¡Lo prometo, - dijo muy serio el muchacho!
El capitán pirata mantuvo su palabra y antes de retornar, lo dejó en las costas de su país. Desde allí los soldados del vizconde lo escoltaron hasta el castillo, en donde sus padres lo recibieron felices, de tenerlo con ellos nuevamente. En su honor se realizó una gran celebración junto a todo el pueblo.
Ya comenzaba a clarear cuando el galeón enfiló su proa hacia la casa de Nico. Era hora de convertirse otra vez en juguete hasta la próxima madrugada, cuando volvería a revivir para correr aventuras emocionantes.
Pero esta vez Pata de Pipa quiso demostrar su agradecimiento por la operación a la cual lo había sometido su amigo Nico. ¡Por eso le dejó sobre la mesita de luz una moneda envuelta en papel dorado, que contenía un delicioso chocolate!

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Sobre el Autor

Claudia Samter, de Argentina

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