El Centro Ana Frank busca incentivar a niños a leer

Dirigido por Héctor Shalom, recientemente nombrado Personalidad Destacada de los Derechos Humanos por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el Centro ubicado en el barrio de Coghlan cuenta con una muestra permanente donde se despliegan en la planta baja fotografías de época situadas en la parte superior de las paredes, y en la parte inferior fotos de Ana y de su familia.
Una profusión de imágenes permite seguir el itinerario vital de la joven, desde su nacimiento, pasando por el anexo de un edificio adonde estuvo escondida junto a su familia y otras personas -un total de ocho-, hasta que los nazis irrumpieron en el lugar.
"Hay una pedagogía de la memoria pero con una mirada positiva", resume Lucila San Martín, coordinadora de Comunicación, quien explica a la agencia nacional de noticias parte de las múltiples iniciativas que se generan a partir de este espacio, que comenzó a funcionar el 12 de junio de 2009.
"Se trata de una difusión histórica a través de materiales educativos innovadores siempre con el propósito de promover los valores democráticos, los derechos humanos y la diversidad cultural", dice mientras destaca algunas fotografías en particular, como una en la que aparece el padre de Ana (Otto) y un tío en la Primera Guerra Mundial.
"Un buen ejemplo de las mentiras de Hitler que aseguraba que la persecución de los judíos estaba relacionada con la falta de compromiso en esa guerra, algo totalmente falso", dice y se detiene sobre una pequeña vitrina: "este es un mantel del casamiento de los padres de Ana que nos regaló su hermanastra (el padre se volvió a casar después de la guerra)", señala entre otros objetos originales de la resistencia holandesa.
Llama la atención un manojo de llaves, en otra vitrina, que eran dejadas por los que huían y nunca regresaron a sus hogares, también la estrella de David, como un símbolo de la discriminación a los judíos.
Subiendo al primer piso, se encuentra una réplica escenográfica de la famosa 'casa de atrás', donde una puerta camuflada con un mueble lleva al visitante al espacio en el cual convivieron desde el 6 de julio de 1942 por más de dos años ocho personas, cuyas fotografías se ven en una pared, "aparte de las cuatro que los cuidaban: esto es algo que nos interesa destacar, cómo en esos momentos difíciles nunca dejó de existir la solidaridad".
Un clima especial se siente en el lugar: en una de las paredes una escalera en la que cuelga una bicicleta lleva al altillo, casi al entrar el visitante se topa con un piletón y su canilla, hay libros, postales y en el centro una serie de butacones que permitan observar sin prisa.

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